“*Porque nuestra gloria es ésta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros*” 2ª Cor. 1:12
Creo que el pecado más perjudicial que puede cometer una persona es fallar en su integridad. La integridad es la base para todas las relaciones, tanto para con Dios y con nuestro prójimo. Si pierdes la integridad, lo has perdido todo.
En Ef. 5:3 dice: “*Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos*” ¿Cómo entonces puedo mantener la integridad moral en un mundo amoral?
Nunca te consideres por encima de la tentación. No te engañes a ti mismo. La gente dice: “*No podría pasarme a mí*”. Debemos ser conscientes de cuán vulnerables somos todos. La primera defensa es una actitud de humildad que dice: “*Soy un simple ser humano*” y por ello necesitamos tener cuidado. 1ª Cor. 10:12 dice: “*Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga*”.
La batalla por el pecado siempre comienza en la mente. Si pierdes la batalla en tu mente entonces estas frito. Stg. 1:14 dice: “*sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido*” Pablo nos dice que: “*Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios*”. Ef. 6:17 ¿Por qué? Porque protege la mente.
Recuerda regularmente las consecuencias perjudiciales del fracaso moral: Creo que una buena idea es hacer una lista de consecuencias y leerla a menudo. El pecado es divertido. Nadie lo haría si no fuera divertido. Stg. 1:15 dice: “*Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la Muerte*”. Por ello tengo que pensar en sus consecuencias.
Se consciente de tu energía física, emocional y espiritual: Tómate el pulso y tu temperatura a diario. Cuando estas cansado tanto física, emocional o espiritualmente es el momento propicio para un ataque. En 1ª Pe. 5:8 dice: “*Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar*”. El enemigo siempre busca al débil, al desprotegido, la presa fácil que no está alerta.
Ninguno de nosotros es invulnerable. El día que yo digo: “He conquistado ese problema”, ese mismo día estaré abierto a la tentación. Jer. 17:9 dice: “*Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?*”. Es por ello que mi integridad moral siempre será como un vaso frágil. Sé consciente de tu propio nivel de compromiso a diario. Mantener esa caminata diaria con el Señor es absolutamente imprescindible. Encuentro que, en cualquier tipo de tentación, necesito recordarme continuamente la omnisciencia y omnipresencia de Dios.